jueves, 1 de mayo de 2008


Los días de tormenta ofrecen unas condiciones de luz extremas, a las que hay que prestar especial cuidado, al tiempo que procura mantenerse uno seco, o por lo menos mantener a buen recaudo el equipo.

Tenía esta fotografía pendiente desde hace algunos años, así que tan pronto acabó de caer una fuerte granizada me acerqué al sitio. Al poco tiempo surgió un claro en el cielo arrojando la fría luz de la tormenta sobre este monasterio del siglo XI. Por desgracia no había contado que el frío de las noches anteriores habría cerrado las flores del prado... ¡No se puede estar en todo! ;-)

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